ESTAMOS EN EL ARCA






ESTAMOS EN EL ARCA


Cuando nos internamos en el capítulo 6 de Génesis se nos presenta un panorama pleno de actuaciones humanas bastante “peculiares” que pueden ser tomadas como pertenecientes a cualquier sociedad “normal” del presente siglo XXI.

Los hijos de Dios
En ese tiempo, nos dice la Biblia, que los hombres empezaron a multiplicarse; y  lo más curioso: nos dice que “los hijos de Dios” se llegaron a las hijas de los hombres. Es decir, había dos tipos de personas; 1) los hijos de Dios (descendientes de Set: tercer hijo de Adán, y sustituto de Abel), y 2) los hijos de los hombres (descendientes de Caín); estas dos clases de personas se cruzaron y nacieron hijos malformados psicológica y espiritualmente. Dos ríos, uno con agua cristalina y el otro con agua muy turbia, y, al igual como la manzana podrida que daña a la sana que está a su lado.

Luego de que el Creador utiliza los cuatro primeros versículos de este capítulo seis para hablarnos de dicho cruce genético, nos relata a partir del versículo cinco que la maldad de los hombres era mucha en la Tierra, y que solamente Noé, quien era un hombre justo, pudo hallar gracia ante los ojos de Dios.
Luego de este inicial comentario las Sagradas Escrituras nos hablan de la construcción del Arca, y de todos los pormenores de la misma antes, durante y después del diluvio, además de las ocho personas que viajaron en dicha embarcación (Noé, su esposa, sus tres hijos Sem, Cam y Jafet, con sus respectivas parejas)



Sin adentrarnos en el diluvio como castigo ante la gran perversidad humana, y sin ahondar en las diversas oportunidades que Dios les otorgó a las muchas personas que dejaron de existir porque el agua llenó sus pulmones ‒luego de que ellos rechazaron la oferta que, de seguro, Noé les hizo para que subieran al Arca, se arrepintieran y comenzaran una nueva vida‒, repetimos, sin adentrarnos en esas circunstancias, nos encontramos con cuatro situaciones que forman el sustrato del presente artículo:

Primero: hubo un cruce genealógico indebido

Segundo: se reprodujo la maldad por toda la Tierra

Tercero: Dios, por ser un ser misericordioso, tuvo que haberles dado oportunidades de arrepentimiento para que no murieran en el diluvio (aseguramos esto por cuanto en el desarrollo del Antiguo y Nuevo Testamento encontramos pruebas muchas de que el Señor no se cansa de perdonarnos y darnos bastantes oportunidades para que modifiquemos la conducta errada)

Cuarto: se produjeron dos situaciones que, vistas desde la óptica de los dos grupos del momento, pueden ser analizadas de la siguiente manera: 1) los que quedaron fuera del Arca por su propia decisión quizás vieron, desde las aguas, remolinos, truenos, y escucharon muchos ayes desconcertados y dientes intentando arrepentirse tardíamente, y 2) quienes estaban dentro de la gigantesca embarcación escuchando el estruendo de las aguas y diciendo: “Estamos en el Arca”

Este “Estamos en el arca” que escribió mi hijo Carlos Alberto el día de hoy 19 de marzo de 2020 a través del correo, me dio la “pista” o sustento del presente escrito. El cual puede sintetizarse de la siguiente manera:
Es muy cierto que el Codvi-19 se encuentra ya en casi todos los países del mundo, todo un “cuadro” que puede ser leído como una oportunidad a la Humanidad para que entienda que ha habido algún (mejor muchos) o algunos cruces “genéticos” indebidos: el malo con el bueno, el impío con el justo, el correcto con el incorrecto, en fin, todo un entramado social donde la idolatría ha llenado países, ciudades, provincias, aldeas y caseríos, espacios donde se cruzó el  real amor hacia Dios con una especie de adoración malsana hacia figuras que tienen ojos y no ven, y con oídos pero no oyen.
En fin, todo un enjambre de abejas volando, con mucho gusto, hacia los ídolos de turno quienes, son sus patrones para tener más dinero, más lujo, más bienes, más egoísmo, más… nos arrastran día tras día hacia la avaricia, el egoísmo, la pérdida de valores, el irrespeto, y lo peor: un distanciamiento cada vez mayor de la Palabra bíblica

Pero, por supuesto que todavía existe salvación al desastre que está en puertas: confesión sincera de actos impíos, arrepentimiento total junto a una promesa certera de no volver a las andanzas, y confianza plena en Dios para que nos ayude a decir, desde este lado de la embarcación: tranquilos, amigos, “Estamos en el Arca”
Carlos A. Zambrano R.
19 marzo de 2020
 

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